Trastorno de Ansiedad: De la Normalidad a lo Patológico


Hablar de este tema sigue siendo para muchos algo tabú, algo que no ocurre en realidad y que solo es producto de una mala actitud, pero lo que no es cierto es eso. La ansiedad es una emoción secundaria que todos hemos sentido en algún momento de nuestras vidas como un mecanismo de ajuste derivado de las situaciones de incertidumbre que se nos presentan en el día en día.

La ansiedad, como tal, puede ser desencadenada tanto por estímulos externos o situacionales, como por estímulos internos de cada persona, tales como pensamientos, sensaciones, imágenes; y el tipo de estímulo que sea capaz de evocar la respuesta de ansiedad vendrá determinado en gran medida por las características de cada uno de nosotros y por su situación o circunstancia actual.

Pero no toda ansiedad es normal, pues cuando afecta nuestras actividades básicas cotidianas, nuestra funcionalidad, y se vuelve muy intensa y frecuente, ahí estamos hablando de un trastorno de ansiedad, el cual no solo requiere atención sino acompañamiento terapéutico.

Este trastorno, en adultos, es un estado afectivo displacentero, que se acompaña de cambios somáticos y psíquicos, como una reacción adaptativa; se considera ansiedad patológica cuando se torna irracional y, estando o no presente el estímulo, la intensidad es excesiva, la duración injustificada y la recurrencia inmotivada. Los signos de alerta o manifestaciones que con mayor frecuencia vemos en consulta quienes atendemos este tipo de pacientes, pueden variar, pero las más comúnmente reportadas son: palpitaciones o ritmo cardíaco acelerado, sudoración excesiva en manos (especialmente), sequedad en la boca, dificultad para respirar o sensación de ahogo, náuseas, malestar estomacal, sensación de mareo, entumecimiento o sensación de hormigueo, irritabilidad persistente, intranquilidad y nerviosismo excesivo, preocupación excesiva, deseo de huida e ideas catastróficas.

Entonces surge la pregunta más repetida ¿por qué a mí? ¿qué me produce esto? ¿qué me pasa?… por lo que cobra importancia saber que las principales causas que generan un trastorno de ansiedad en adultos son predisposiciones (variables biológicas, hereditarias, estructurales, vivenciales que cada uno de nosotros acumula y tiene a lo largo de la vida), activadores (situaciones que activan el sistema de alerta, es decir, preparan para responder y la respuesta como tal, y pueden ser obstaculizaciones de los planes hechos o problematización de objetivos ya alcanzados) y de mantenimiento (cuando el problema original persiste o no se resuelve adecuadamente). Suena complejo, lo sé, pero si aprendemos de dónde vienen nuestras respuestas emocionales, podremos anticipar este tipo de sensaciones y aprender a controlar su intensidad para que la sensación no sea tan displacentera.
La ansiedad afecta nuestro organismo de diferentes maneras:
Desde lo cognitivo, a través de las anticipaciones amenazantes, evaluaciones del riesgo, pensamientos automáticos negativos, imágenes importunas, entre otros.
Desde lo Fisiológico, a través de la activación de diversos centros nerviosos, particularmente del sistema nervioso autónomo, que implica cambios vasculares, respiratorios, etc.
Desde lo Motriz y Conductual, a través de la inhibición o sobre activación motora, comportamiento defensivo, búsqueda de seguridad, sumisión, evitación, agresividad, entre otros.

De esta manera, y basada en la gran evidencia científica que se ha encontrado respecto a este trastorno, los tratamientos pueden variar, pero la Terapia Cognitivo-Conductual (TCG) es el tratamiento más indicado para abordarlo, ya que como terapeutas enfocamos la intervención en los procesos mentales, trabajando con los pensamientos y percepciones del paciente y entendiendo como estos le afectan. Así mismo, se ha comprobado que la respiración es el ansiolítico natural por excelencia, por lo cual entrenar a los pacientes en la Respiración Diafragmática, se ha vuelto parte fundamental del tratamiento, ya que favorecen los procesos fisiológicos que propician la desactivación, la recuperación y la reparación del equilibrio homeostático del organismo del paciente.

Pensar y concebir la ansiedad como algo meramente actitudinal es, no solo un acto de desconocimiento, sino además un acto de incredulidad ante la sintomatología física que se hace evidente en quienes la padecen, sintomatología que puede llegar a ser verdaderamente insoportable y más si debe sufrirse en silencio y soledad.
Julio Cesar Moreno Duque

soy lector, escritor, analista, evaluador y mucho mas. todo con el fin de aprender, conocer para poder aplicar a mi vida personal, familiar y ayudarle a las personas que de una u otra forma se acercan a mi.

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