En verano, las posturas más exigentes deben ser reemplazadas por las más suaves como determinados asanas invertidas, algunas flexiones hacia delante y ejercicios de pranayama o control de la respiración.
El yoga es una de las muchas vías que tenemos para conseguir un buen equilibrio entre nuestro cuerpo, nuestra mente, nuestras emociones y nuestro espíritu. Su dimensión más física, asana, nos permite ejercitar y tonificar el cuerpo, creando espacio interno, rompiendo la rigidez que hemos ido acumulando como consecuencia de tensiones mentales o devolviéndonos más fuerza, vitalidad y vigor.
Salir de una clase de yoga es sinónimo de sentirse en más equilibrio y más ligero y aliviado, ya que la práctica de asana, las posturas que se practican en la India desde hace centenares de años, tiene una incidencia directa no solo en el estado físico de nuestro cuerpo sino también en nuestro estado emocional y mental: con la práctica, el ruido mental disminuye, la concentración aumenta, y la paz espiritual puede convertirse en un horizonte más alcanzable.
En “Luz sobre el yoga”, BKS Iyengar, uno de los maestros más respetados de yoga que consiguió expandir su particular método por todo el mundo, lista una cincuentena de asanas principales que, con sus variantes, suman alrededor de 200 posturas. Cada una de estas posturas tiene un efecto específico en nuestro estado físico, mental y emocional, de forma que, con la guía de un instructor formado, podemos adaptar la práctica a nuestras necesidades personales y realizar series de asanas específicas para combatir el dolor de espalda, la migraña, la hipertensión, el insomnio, el estrés, las malas digestiones, el estreñimiento, los dolores menstruales, etc.
Algunas asanas nos vigorizan y otras nos relajan y, de la misma forma, algunas nos hacen subir la temperatura corporal y otras nos la hacen bajar. Por eso nuestra práctica no debe ser la misma en todos los momentos del año, en todos los días del ciclo menstrual o en los distintos estados en los que nos encontremos. En cualquier caso, es importante recordar que, aunque el calor sea intenso y de entrada no nos apetezca movernos, tenemos formas de mantenernos activos durante todo el año y de seguir beneficiándonos de los frutos de la práctica regular de yoga.
Supta padangusthasana, una postura en el suelo
¿Cómo debe cambiar mi práctica de yoga cuando hace calor?
Cuando las temperaturas son muy altas, el yoga puede ayudarnos a rebajar la sensación de calor interior si orientamos la práctica hacia ese objetivo.
De entrada, y al igual que durante el resto del año, las horas más convenientes para practicar asana son las primeras de la mañana o bien al atardecer, con el objetivo de evitar los momentos de más calor del día y de más agitación mental y prepararnos para una nueva jornada o para el descanso. Se recomienda también practicar en ayunas o no haber ingerido alimentos al menos dos horas antes de empezar la práctica.
En verano, las posturas de yoga más exigentes deben ser reemplazadas por las más suaves y, en ese sentido, podemos evitar algunas de pie, determinadas torsiones o las que requieran más movimiento dinámico, como el saludo al sol (sūria namaskār), y potenciar más las de suelo o las de pranayama o control de la respiración. La mayoría de posturas tumbadas que nos permitan abrir la pelvis y el abdomen y generar espacio en la caja torácica y los órganos digestivos nos ayudarán a relajarnos y a bajar revoluciones y temperatura.
Las posturas invertidas suaves también son un gran alivio para el sistema circulatorio cuando hace calor ya que la fuerza de la gravedad ayuda a la sangre a volver al corazón con mucha más facilidad, y también nos ayudan a paliar el cansancio o hinchazón y pesadez de piernas típicos del verano. Viparita karani, sarvangasana o incluso sirsasana, si no nos resulta demasiado intensa o nos provoca una desagradable bajada de tensión arterial, se convierten de este modo en posturas refrescantes de efecto inmediato.
Del mismo modo, también nos puede ayudar practicar posturas suaves hacia delante como janu sirsasana, uttanasana o paschimottanasana por su efecto calmante del sistema nervioso. Y por supuesto, y como el resto del año, savasana debe ser la postura que cierre nuestra serie de asanas y que nos permita calmar la mente y relajar por completo todos los músculos del cuerpo, lo que contribuirá a reducir la temperatura corporal.
Por último, también vale la pena recordar que otra posibilidad que siempre tenemos a nuestro alcance es adaptar la práctica y ayudarnos de determinados soportes como cinturones, tochos, mantas o sillas para rebajar la exigencia de determinadas posturas y quedarnos a una postura intermedia menos severa.