A pesar de que es mucho lo que ya sabemos sobre el deterioro cognitivo y la demencia, la Organización Mundial de la Salud (OMS) no cesa en su empeño por recordarnos cuáles son los factores potencialmente modificables que debemos tener presentes para prevenir o reducir los riesgos de padecer demencia. Lo anterior no solo porque la reducción de los factores de riesgo es una de las diversas esferas del plan de acción mundial que tiene la OMS, sobre su respuesta de salud pública para la demencia, sino también porque la demencia es un problema de salud pública mundial en rápido crecimiento. Algunos datos importantes a tener en cuenta sobre esta enfermedad, son:
Alrededor de 50 millones de personas en todo el mundo tienen demencia.
Aproximadamente el 60 % vive en países de bajos y medianos ingresos.
Cada año hay casi 10 millones de casos nuevos.
Se calcula que el número total de personas con demencia alcanzará los 82 millones en 2030 y 152 millones en 2050.
La demencia aumenta los costos para los gobiernos, las comunidades, las familias y las personas.
En 2015, el costo social global total de la demencia se estimó en US$ 818 mil millones, lo que equivale al 1,1 % del producto interno bruto (PIB) mundial.
Factores que influyen en el deterioro cognitivo y la demencia
Es importante destacar que, si bien la edad es el factor de riesgo principal del deterioro cognitivo, esto no implica que la demencia sea la consecuencia natural o inevitable del envejecimiento. Más bien lo que vienen demostrando los estudios en esta área es que existen otros factores que de alguna manera ejercen una influencia más directa entre el deterioro cognitivo y la demencia, como los siguientes:
El sedentarismo
El consumo de alcohol
El tabaquismo
Una alimentación poco saludable
La hipertensión
La diabetes
La obesidad
La depresión
La hipercolesterolemia
El aislamiento social
La inactividad cognitiva
Además, de mantener controlada la hipertensión, la diabetes, el colesterol y el peso corporal; la existencia de factores de riesgo potencialmente modificables implica que es posible prevenir el deterioro cognitivo y la demencia, mediante diversas estrategias fáciles de implementar en nuestra vida diaria.
Recomendaciones de la OMS
Las estrategias más importantes que recomienda la OMS se pueden agrupar en seis grandes áreas que se describirán a continuación.
1. Realizar habitualmente actividad física
Para adultos de 65 años y más, la actividad física implica que sea recreativa o de tiempo libre, por ejemplo, caminar o andar en bicicleta; asimismo, realizar algún tipo de deporte o ejercicio planificado, que ayude a mejorar la capacidad cardiorrespiratoria y muscular, así como la salud ósea y funcional. Además, es importante resaltar que la actividad física también tiene un efecto directo en el estado de ánimo.
2. Dejar de fumar
Está demostrado que las personas que fuman presentan mayores riesgos de deterioro cognitivo y de padecer la demencia (Durazzo et al., 2014), así como desarrollar ciertos tipos de cáncer, enfermedades cardiovasculares y trastornos respiratorios. También se ha demostrado que en comparación con las personas que continúan fumando (Taylor et al., 2014), las que han dejado de fumar han obtenido efectos beneficiosos sobre su estado de ánimo y su calidad de vida; por ejemplo, han disminuido la depresión, la ansiedad y el estrés.
La dependencia del tabaco
Las intervenciones para tratar la dependencia del tabaco son muy diversas y pueden incluir una o ambas estrategias psicológicas, y diversos tratamientos farmacológicos, como pueden ser:
Enfoques basados en la atención plena.
La terapia cognitiva conductual.
La terapia de activación conductual.
Las entrevistas motivacionales.
El manejo de contingencias y la exposición o aversión al tabaquismo.
Tratamientos farmacológicos, como la terapia de reemplazo de nicotina, son los más comunes y han demostrado ser efectivos (Gómez-Coronado et al., 2018) si se combinan con otro tipo de terapias.
3. Tener una alimentación saludable
Una dieta saludable durante todo el ciclo de la vida, no solo juega un papel crucial en el óptimo desarrollo y en el mantenimiento de la salud, así como en la protección o prevención de diversas enfermedades. También, estudios previos de intervención dietética, han demostrado que los cambios en la dieta están involucrados en la prevención de muchas afecciones que aumentan el riesgo de demencia, como son la diabetes (Tuomilehto et al., 2001) y las enfermedades cardiovasculares (Rees et al., 2013).
Consejos para una dieta saludable
Dentro de las recomendaciones que hace la OMS para que los adultos lleven una dieta saludable, se incluye la dieta mediterránea, la cual contiene:
Frutas, verduras, legumbres (lentejas, frijoles), nueces y granos enteros como maíz, mijo, avena, trigo; y arroz integral sin procesar.
Al menos cinco porciones de frutas y verduras al día. Las papas, batatas, yuca y otras raíces con almidón, no se clasifican como frutas o verduras.
Las grasas no saturadas que se encuentran en los aceites de pescado, aguacate, nueces, girasol y oliva.
Disminuir la sal.
Disminuir en un 10 % la ingesta de azúcares libres.
Las vitaminas B y E, los ácidos grasos y los suplementos multicomplejos se recomiendan solo para personas que tengan deficiencia de nutrientes.
4. Disminuir el consumo de alcohol
El consumo excesivo de alcohol es una de las principales causas de discapacidad general a nivel mundial (OMS, 1992; OMS 2019a); además, es una causa directa de más de 200 enfermedades. Existe una amplia evidencia sobre el consumo excesivo de alcohol como factor de riesgo de demencia y deterioro cognitivo (Langballe et al., 2015; Sachdeva et al., 2016; Zhou et al., 2014). Las intervenciones que se proponen en esta área son:
Las terapias farmacológicas con diferentes tipos de medicamentos, por ejemplo, antagonistas opioides, han mostrado diversos grados de eficacia.
Las intervenciones conductuales y psicológicas han demostrado ser efectivas, especialmente entre las personas que beben de forma peligrosa y nociva.
5. Realizar actividades sociales
Diversos estudios han demostrado que las actividades y los vínculos sociales son un importante predictor de bienestar a lo largo de la vida (Cherry et al., 2011), al igual que juegan un papel de protección importante frente a la demencia (Kuiper et al., 2015).
6. Realizar actividades que aumenten la capacidad cognitiva
Diversos estudios han demostrado que aumentar la actividad cognitiva tiene un efecto amortiguador o protector contra un deterioro cognitivo rápido (Stern y Munn, 2010), así como una reducción significativa en el riesgo de diagnóstico de demencia o enfermedad de Alzheimer. En esta área recomienda realizar actividades que impliquen la memoria y que aumenten la reserva cognitiva.