Las relaciones de pareja tienen múltiples variables que pueden propiciar bienestar o pueden generar los más amargos episodios de la vida amorosa. Algunas personas pueden darse cuenta de que la relación tiene algunas características que generan malestar mutuo, las cuales impiden tener bienestar personal o son poco saludables para uno de los miembros o para ambos. Sin embargo, cuando se le pide a las personas que expliquen cuáles son los elementos que generan esa disrupción, usualmente categorizan las conductas del otro y las ilustran con anécdotas que globalizan todo aquello que no les inspira bienestar, pero esta descripción no se lleva a un análisis de lo constitutivo de la relación de pareja sino a la queja por un elemento importante pero desconectado de la estructura central.
Cuando las parejas le cuentan al psicólogo lo que les molesta del compañero (a), con frecuencia se sienten frustrados porque el profesional no entiende la magnitud de su propia tragedia y construye una explicación con un nivel de análisis que no es el que la persona quiso expresar. En este escrito se pretende aportar una estructura que no intenta ser definitiva, pues siempre habrá elementos no propuestos y que le son importantes al lector. No obstante, se puede usar para ejemplificar lo que en las investigaciones aparece como factores recurrentes para la calidad de relación amorosa de las personas. Se le sugiere al lector tomar cada elemento y darle una valoración cualitativa (cierto, medianamente cierto, medianamente falso, falso) o cuantitativa (1 no es así para mi, 3 es medianamente así para mi, 5 es muy representativo de lo que vivo) o ambos. Los elementos que más se repiten en la definición de lo que es una relación de pareja saludable son:
El amor: este es el elemento indispensable para que exista una relación de pareja. Sin él, la relación puede ser amigable, amable o apasionada, pero no será una relación de pareja. El amor puede manifestarse con el arrobo del enamoramiento, pero también puede ser el amor consolidado, maduro, tranquilo, estable y apacible que genera en las personas una sensación de bienestar y plenitud al lado de quien ama. Un amor tormentoso tiene una bomba de tiempo atada a su espalda. Un amor que genera satisfacción renueva la pertenencia de las personas a su relación.
La confianza: este concepto va más allá de la mera necesidad de tener una pareja fiel a su afecto y su sexualidad con el otro miembro. También es la confianza expresada en la posibilidad de hablar de lo más secreto, lo más temido, lo que deja a la persona en el mayor grado de vulnerabilidad frente a los demás. Es tener confianza básica en que la otra persona jamás usará eso que sabe de mí en mi contra y que respetará los pactos que tengamos, aunque ya no seamos pareja. Es un elemento central y muy apreciado en el bienestar de las personas. La confianza es poner lo más preciado, lo más oscuro o lo más temido en las manos del otro miembro a sabiendas que solo lo usará para ayudar a trascender.
La ternura: a veces el amor es tosco, distante, fuerte y a algunas personas les gusta así. A la mayoría de los seres humanos les gusta la cercanía afectiva, la sensación de estar siendo amados a través de caricias suaves y sensibles, de expresiones de afecto que no esperan nada a cambio y que pretenden hacer feliz al otro. Esas delicadas manifestaciones son una de las formas más limpias de expresar el amor que se le tiene al otro. Por supuesto, se valoran infinitamente más cuando son espontáneas a cuando son pedidas, cuando son delicadas a cuando son esterotipadas. Las manifestaciones de ternura llegan muy adentro cuando el “te quiero” no es una despedida más que ya suena a rutina, cuando se dice salido del alma. La caricia física es un deleite cuando la otra persona busca tocar para hacer feliz al otro, cuando el abrazo se da sin dilación, sin motivo, sin esperar respuesta, cuando se abraza hasta decir, “¡basta. No puedo ser más feliz!”.
La amistad: es la percepción de estar con una persona afín en muchos aspectos esenciales de la existencia: valores, conceptos, creencias, proyecciones, deseos, apetencias u otros aspectos esenciales de la existencia. Hay personas que tienen profundas diferencias con su pareja pero son capaces de negociar armisticios saludables en favor de los aspectos en los que la afinidad se vuelve la excusa para vivir con bienestar. No se trata de ser iguales sino de encontrar lo que los une, aprender del otro en su diferencia, desafiar los prejuicios, negociar las discrepancias o declararlas invitadas no gratas en la coexistencia.
Proyecto conjunto: no necesariamente las personas están juntas para contraer matrimonio. En ocasiones les da más satisfacción tener una relación estable pero con cierta distancia. Sin embargo, lo que sí tienen en común es la percepción de un “nosotros”, de una sensación de tener algo conjunto en donde los demás no están invitados, en donde hay unas reglas de juego, unos pactos de cuidado mutuo, pero también muchas posibilidades de bienestar, y, más que nada, una sensación de movimiento de la relación, de consolidación, de proyectos comunes basados en el amor, la amistad, la confianza, el respeto y la proyección.
El respeto: en una relación de pareja consolidada pueden aparecer ciertos niveles de intolerancia ante errores repetidos, negligencias percibidas o reales, diferencias conceptuales o procedimentales, desencuentros menores que adquieren dimensiones no deseadas por mal manejo emocional. En esos momentos puede aparecer una de las manifestaciones más costosas de una relación: el irrespeto. Este puede ser verbal, físico y/o psicológico, y puede ser directo o indirecto, pero en general, muy costoso en términos de disminución del amor, en la medida en el que los pequeños o grandes irrespetos van consolidando el rencor en distintas dosis hasta que este empieza a competir con el amor. Muchas parejas se separan por exceso de rencor, no por falta de amor. Se aman pero no se soportan.
La sexualidad: este aspecto es una expresión física del amor y tiene la propiedad de unir a las personas alrededor de los deseos, el gusto por los cuerpos de ambos, los ritmos, el deseo y las fantasías mutuas. Es posible que las personas no coincidan en asuntos esenciales tales como dejar por fuera o incluir aspectos morales o creencias en los encuentros sexuales, que las fantasías no coincidan (y esto propicie insatisfacción de uno de los dos), que los ritmos no tengan sincronía o que haya elementos negativos en los encuentros previos que hayan condicionado negativamente a las personas y se impida un encuentro satisfactorio. Se requiere dedicación conjunta para trascender las dificultades y llegar a un punto de equilibrio en el que ambos sientan satisfacción y no solo placer. No obstante, siendo tan primitiva la sexualidad como es, hay que entender que puede haber mucho amor pero poca química sexual. También puede ser una manifestación contraria: mucho deseo y poco amor. Un aspecto esencial en el manejo de la sexualidad es llegar a pactos explícitos en pareja: definir qué se quiere de la otra persona y hasta dónde está el límite de las vivencias sexuales de cada uno, negociando correr dichos límites por el placer mutuo, sin violentar las creencias, las decisiones o la integridad propia o ajena.
La comunicación: una estrategia comunicativa en la que se pueda compartir lo que se piensa sin temor a generar un desencuentro, siempre que se haga con diplomacia, delicadeza y buscando dejar claro el punto pero sin perjudicar adrede a la otra persona, es lo que se espera de una relación comunicativa sana. La comunicación debe ser la estrategia por excelencia para llegar a acuerdos sensatos, posibles de realizar y que contengan el equilibrio suficiente para que la otra persona no acumule frustración y malestar. La estrategia comunicativa debe ser clara y expresada sin acusaciones, pero con un rápido giro a las propuestas para llegar a acuerdos duraderos. Si hay exasperación emocional, gritos, insultos, descalificaciones, acusaciones, puntos muertos en la conversación, hay que detenerse, replantear el objetivo y volver a empezar, buscando que el debate se dé en los términos de los acuerdos y no en la minucia de los desencuentros. En donde escuchar y debatir el argumento sea más importante que atacar a la persona, para descalificarla y así quitarle fuerza a su argumento. Una comunicación constructiva no es aquella en la que siempre se está de acuerdo con el otro, sino en la que los acuerdos llegan rápido y sin tanto costo.
Resolución de problemas: frente a los naturales desencuentros, se despliegan estrategias para superar los puntos álgidos y llegar a acuerdos en el que ambos se sientan beneficiados y tranquilos frente al resultado. Si la respuesta ante la situación en conflicto es hacer como si nada pasara, perdonar sin resolver para el futuro, tener afecto o sexo de reconciliación sin haber abordado y resuelto el problema, o cualquier manifestación que impida tener una percepción de resolución satisfactoria, hará que más adelante el problema siga apareciendo, pero con mayor acumulación de inconformidad. Lo mejor: hablar corto, hablar solo del problema que los aqueja, hablar con tranquilidad y, sobre todo, quejarse poco y proponer mucho.
Manejo de la familia y los amigos: cuando hay una relación de pareja, inevitablemente habrá personas cercanas a cada uno que pueden tener diferente nivel de implicación e influencia en la persona y/o en la relación. Es muy importante que existan límites claros entre las demás personas y la pareja para evitar que haya influencias nocivas en la salud de la relación. Se debe mantener la confidencialidad de aspectos personales de la pareja e, incluso, no involucrar a terceros en las dificultades porque se generan tensiones que la pareja resuelve pero que quedan abiertas con los involucrados. Adicionalmente, se requiere independencia para construir pareja y para resolver los desencuentros, sin llegar al aislamiento. El delicado equilibrio empieza por el respeto a la confianza depositada por la persona en su pareja de asuntos solo suyos, muy personales y que no deben ser socializados para poder mantener el equilibrio sano entre ambos.
Equilibrio: en las relaciones de pareja no hay equidad absoluta. En unos temas hay más experticia de uno que de otro de los miembros, y por lo tanto, mejor manejo. No se espera que ambos tengan un papel igual en todos los contextos, pero sí se espera que ambos sepan el rol que ocupan dependiendo del contexto social, personal, familiar y de pareja, de tal manera que se pueda lograr el mayor equilibrio posible. Todo lo que se pueda hablar y negociar, hay que hacerlo por difícil que sea. Pero incluso se puede llegar a la conclusión de la existencia de aspectos que generan profundas diferencias y que es mejor no invocar (excepto cuando son temas centrales y constitutivos de la relación de pareja y no se pueden soslayar). Una relación sana mantiene el equilibrio, respeta los roles negociados, las diferencias y las experticias, y no espera que haya equidad en todo sentido.
Después de abordados estos aspectos que considero esenciales en las relaciones de pareja, vale la pregunta: ¿en cuál de ellos debo mejorar para que mi relación de pareja sea más satisfactoria y me haga más feliz?