Si bien meditar no adelgaza, sí es una costumbre muy recomendable para todas las personas que se embarcan en un plan de pérdida de peso que exigirá dedicación y disciplina. Meditar puede ayudarnos a calmar el estrés, cultivar amor y compasión, y encontrar nuestro verdadero camino.
Meditación para adelgazar
De una manera u otra, muchas personas nos encontramos en algún momento de nuestra vida con el deseo o la necesidad de cambiar nuestros hábitos para mejorar nuestra forma física, bajar de peso, subir de peso o cualquier otro punto como reducir el colesterol, bajar el azúcar o mejorar nuestras digestiones.
Empecemos por el principio, meditar no adelgaza. Y no existe tal cosa como una meditación para bajar de peso.
¿Qué es la meditación para bajar de peso?
La meditación para bajar de peso es, desde mi punto de vista, el titular que una persona se inventó para promocionar una meditación que había grabado y que quería hacer llegar a su público.
Hace unos años leí “meditación para adelgazar” y, en lugar de escandalizarme, más bien me quedé sumida en una profunda reflexión acerca de cómo la meditación sí puede apoyar el trabajo de adopción de hábitos. Lo que ocurre es que comunicarlo como “meditación para adelgazar” es jugar con la sensibilidad de las personas.
Independientemente de que tu objetivo sea subir o bajar de peso, reducir el consumo de ciertos alimentos, mejorar digestiones o adoptar hábitos que te apetece tener, como tomar más infusiones, por ejemplo, la realidad es que la práctica de meditación puede resultar una magnífica herramienta para el trabajo personal que nos va a tocar hacer.
La práctica de meditación puede resultar una magnífica herramienta para el trabajo personal que nos va a tocar hacer
De alguna forma, cuando sumamos al estrés habitual de nuestro día a día un cambio de alimentación o una nueva tarea (entrenar y preparar comidas, por ejemplo), el plan se vuelve insoportable, no resulta atractivo y terminamos fracasando con un mayor o menor gasto de energía y dinero.
Este artículo va dirigido a todas aquellas personas que se han propuesto hacer cambios en su estilo de vida relacionados con la alimentación o el entrenamiento, a las que ya hayan abandonado la idea y a las que ni siquiera han querido empezar porque piensan que no van a poder hacerlo.
Hablemos de algo más que el esfuerzo físico
Supongamos un objetivo, cambiar nuestra alimentación para mejorar nuestras digestiones y reducir la inflamación.
Esto que nos proponemos es mucho más costoso emocionalmente de lo que nos esperamos, no solo se trata de “cambiar nuestra alimentación”, se trata da modificar unos hábitos a los que venimos acostumbrados durante años, a veces toda una vida. Y, además, queremos modificarlos para siempre, queremos que sea nuestra nueva forma de ser, de vivir.
Se trata también de acompañar este “cambio de alimentación” con nuevas rutinas. Quizás más actividad física, nuevas formas de preparar los alimentos y nuevas actividades que mantener en el foco.
Las primeras semanas la motivación está a tope, nos gusta la novedad y nos mantenemos enfocadas más fácilmente. Pero luego hay que mantenerlo en el tiempo, incluso el día que llegas tarde de trabajar, el día que tienes mil tareas de la casa por hacer, el día que discutes con alguien, etc.
Como vemos, un objetivo es mucho más que el propio objetivo, es todo el esfuerzo, dedicación, tiempo, motivación, disciplina y organización que necesitamos para conseguirlo.
El problema que se nos presentará tarde o temprano es que sabemos qué “tenemos que” hacer, pero no nos apetece hacerlo.
¿Qué hacemos ahora?
Ahora que ya no nos apetece continuar, que hemos perdido la motivación o que, incluso, se nos olvidó nuestro objetivo de cambiar de alimentación para mejorar nuestras digestiones y ya llevamos varios días comiendo cosas que no queríamos comer, es justo ahora cuando traigo a colación la meditación.
Seguramente habías tenido en cuenta muchos detalles relacionados directamente con el objetivo, pero no habías leído en ningún sitio que meditar o tener un diario de meditación puede ser un gran apoyo, a veces imprescindible, para el trabajo de hábitos.
En este punto fue donde yo me encontré con el concepto “meditación para adelgazar”. Recuerdo que se refería a unos audios de unos 20 minutos que, acompañados de una dieta particular, llevaban a perder peso. Me permito sospechar.
Sin embargo, defiendo rotundamente los beneficios de practicar meditación en el contexto del trabajo de hábitos. Sobre todo para afrontar situaciones provocadas por las nuevas “obligaciones”, emociones intensas y diferentes, desmotivación, cambios de humor, pereza, estrés, etc.
La meditación nos puede ayudar a observar y reconocer estas sensaciones, los pensamientos que nos llegan y aprender a guiarnos con compasión en todos esos momentos
La meditación como bastón en el camino
Siempre es buen momento para incluir una nueva herramienta en el trabajo por los hábitos. No importa si vas a empezar ahora, si estás a medio camino o si ya lo has abandonado. Si quieres hacerlo, puedes probarlo.
La “meditación” que propongo como herramienta para la adopción de hábitos es algo bastante amplio. Puedes probar a practicar una meditación tradicional, sentada, en silencio y con tu atención en la respiración; así como también puedes probar a practicar atención plena mientras caminas o cocinas; o incluso probar con la escritura terapéutica.
La práctica, sea del tipo que sea, te entrenará para notar tus pensamientos, emociones y sensaciones, te ayudará a darte cuenta de cuáles son las dificultades a las que te enfrentas, cómo puedes trabajarlas y, sobre todo, a actuar con compasión, amor, gentileza y fluidez.
Recuerda que meditar no es, en ningún caso, no pensar
A menudo tiene más que ver con aceptar los pensamientos que vienen para poder dejarlos marchar, que intentar mantener la mente en blanco en una lucha contra su propia naturaleza.
Prácticas
Te propongo entonces tres tipos de prácticas, puedes probar a hacer las tres, cada una a su tiempo, o elegir una de ellas y tratar de implementarla.
Escribir un diario. Encuentro la escritura una actividad sumamente espiritual y meditativa. Puedes elaborar una serie de preguntas generales –como el esquema que aparece en Spiritual Time- o simplemente sentarte delante de la hoja en blanco y fluir con los pensamientos.
Meditación guiada, específica para tus necesidades del día a día. Esta práctica consiste en encontrar meditaciones guiadas que encajen con tus necesidades. Por ejemplo, una relajante para dormir si te cuesta conciliar el sueño, una que te entrene a reconocer tus pensamientos o emociones, una para la consciencia corporal, etc.
Ejercicio específico para el hábito que estás trabajando. En este caso me refiero a preparar un ejercicio de escritura y meditación especial para el hábito concreto que estás trabajando. De esta manera puedes invertir la meditación en hacer visualizaciones que te acompañen y después responder una serie de preguntas que previamente has escrito.
A veces la mente humana parece ir en contra de sus mismos planes, pero por experiencia personal y profesional sé que muchas de esas incoherencias son solo aparentes y encuentran solución a través de las preguntas.
Meditar, observarnos y hacernos preguntas nos ayudará a adoptar esos hábitos nuevos que queremos incluir en nuestra rutina.
Y, resumiendo todo lo dicho, si bien meditar no adelgaza, sí es una costumbre muy recomendable para todas las personas que se embarcan en un plan que exigirá dedicación y disciplina. Meditar puede ayudarnos a calmar el estrés, cultivar amor y compasión, y encontrar nuestro verdadero camino.