Bésame sí, pero no así


¡Los besos! nos gustan en diferentes intensidades, frecuencias duración u origen. Besamos con gusto a los bebés, a algunas mascotas, a nosotros mismos en arranques de admiración y gusto frente al espejo, a nuestros seres queridos, a nuestra pareja. Los besos son la muestra inmediata de nuestro gusto por la presencia del otro en nuestras vidas.

En la pareja adquieren una connotación doble: son expresiones filiales que buscan demostrar un afecto cariñoso, cercano, amable, amoroso y lleno de cosas lindas, pero también evidencian el gusto, el placer y el disfrute sexual por el otro. Con frecuencia las mujeres y hombres se quejan de los besos de sus parejas, porque tienen mucho de alguno de los dos componentes, de forma desbalanceada, rutinaria o unívoca en su expresión.

Las mujeres en consulta dicen con frecuencia: “doctor, mi marido no me besa, y cuando lo hace, busca darme un tierno beso en mi frente para mostrarme su amor”. Otras me dicen: “sólo me besa en situaciones especiales, como mi cumpleaños”. Los hombres también me dicen: “nuestros besos ya no tienen variedad. Lo máximo que hacemos es darnos un pequeño beso explosivo y sonoro que no sabe a nada”. Pero también se puede volver en contra del besador fanático: “doctor, sus besos me asfixian, son demasiado intensos y se enoja si me separo antes del tiempo que considera correcto para besarnos. Me están dejando de gustar los besos”. Y así, otras historias.

Los besos en la boca son un placer físico reservado a las parejas o a quienes tienen alguna relación de mayor cercanía. Es uno de los pocos placeres que se aceptan en público en la mayoría de sociedades. Tienen la intención de evidenciar el afecto, el amor, el compromiso y el deseo por el otro. Tienen varias modalidades: besos de saludo o despedida (cortos, sonoros, secos), los de una expresión de afecto más decidida (labios distendidos y entreabiertos), los de un mayor compromiso con el mensaje amoroso (labios distendidos, más abiertos y con ciertos movimientos linguales) y los apasionados (los que quieren dejar claro el deseo por el otro).

No obstante, la mayoría de las personas pueden tener problemas con el primero y el último porque se usan con mayor frecuencia en los contextos en los que no son afines. Las mujeres se quejan con frecuencia que los hombres emplean los besos apasionados en situaciones que pueden llegar a ser comprometedoras como la fila en el supermercado, frente a la madre de ella, en la puerta del trabajo. Con frecuencia, los besos se sexualizan por la intención de uno de los dos, sin consentimiento, sin contexto y sin estar en consonancia del momento psicológico en el que está la otra persona.

La sensación de ser arrastrado sin preguntar al momento sexualizado del psiquismo del otro, puede ser interpretado como inconsulto, egoísta, atropellador y agresivo. Las personas que sienten que su pareja sexualiza momentos cálidos, románticos o de cercanía afectiva, reaccionan mal emocionalmente y pueden tomar distancia psicológica de quien los pone en esa situación.

La alternativa es leer el momento contextual en el que la otra persona está y si se quiere llevar al otro a la experiencia emocional o sexual en la que está usted, con el conocimiento que tiene de cómo reacciona su pareja, vaya llevándola, invitándola, compartiendo cada paso hasta que se sienta conectada. Sorprender con besos intensos, molesta y genera distancia. Convencer con seducción y progresiva intensidad puede llevar a una respuesta más positiva.

Cuando vea que la respuesta es tibia o fría, recuerde que ahí no termina todo, que habrá otros momentos y que no todos los días las personas tienen la misma disposición para responder a las invitaciones afectivas o sexuales que les hacemos. Seduzca, acerque, convenza, mejore, vuélvase deseable. La sagacidad es sexy.
Julio Cesar Moreno Duque

soy lector, escritor, analista, evaluador y mucho mas. todo con el fin de aprender, conocer para poder aplicar a mi vida personal, familiar y ayudarle a las personas que de una u otra forma se acercan a mi.

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