El estrés por la obsesión de ser perfecto


Buscar la perfección en lo que hacemos suele ser una meta que conlleva una sobreexigencia demandante que resulta perturbadora y tensionante, con el agravante de ser reforzada socialmente por los óptimos resultados que suele deparar.

Cuando estaba en etapa escolar solía ser el estudiante más sobresaliente de la clase, al punto de ser elegido habitualmente para el acto de “izar bandera”, reconocimiento que se hacía a los mejores alumnos de cada grupo y que consistía en la entrega de una medalla adornada con una pequeña bandera de tela. Este sencillo homenaje era motivo de orgullo en mi familia, mientras que a mí me parecía algo apenas natural el obtenerlo. Sin embargo, pensar en la probabilidad de que en algún periodo no lo obtuviera, me llenaba de ansiedad, lo que me obligaba a exigirme para mantenerme como el numero uno de mi clase. Una frase de la radio reforzaba este temor: “En cada grupo solo se recuerda a quien ocupa el número uno, los demás son perdedores”.

Me ganaba la admiración de mi familia, además, la de mis compañeros, amigos y profesores; y así transcurrió toda mi educación primaria. Fue hasta los cursos de bachillerato cuando de alguna manera “me rebelé” contra esta exigencia; me esmeré por fortalecer mi interacción social y la dedicación a otras actividades ajenas al estudio, que me brindaban placer y bienestar. A pesar de seguir siendo un buen estudiante, dejé de esforzarme por ser el mejor del grupo y sentí que me quité un peso de encima, al renunciar a la “obligación creada” por obtener tal reconocimiento.

La subjetividad de la perfección

La perfección es un concepto subjetivo que cada quien define según sus prioridades y formas de mirar la vida. Mantener una actitud de superación permanente puede ser positivo, si el esfuerzo por el logro es acompañado por la satisfacción de la tarea realizada; pero cuando la perfección se convierte en un objetivo en sí misma, cuando se asume que todo debe salir bien, se convierte en un tormento para la persona, que no puede controlar la ansiedad derivada de su obsesión por ser perfecta.

Cuando el perfeccionismo está ligado a una estructura de la personalidad, se manifiesta como un rasgo generalizado que abarca diversas áreas de la vida del sujeto, lo que le lleva a fijarse hasta en los más mínimos detalles para asegurarse que todo se haga bien, tanto de su parte como de los demás. Es lo que se conoce en psicología como la estructura del anancástico, o persona escrupulosa, obsesiva, exigente y pendiente del desempeño.

El perfeccionismo en todas las áreas de la vida

Para muchas personas, el perfeccionismo se refiere a alguna o algunas áreas en particular y sin que constituya un patrón de personalidad, puede afectarle en su estabilidad emocional y su desempeño. Por ejemplo, se puede ser perfeccionista en la presentación personal, en la higiene, el desempeño académico o laboral, las conductas sociales, el orden y aseo del hogar, entre otras áreas, lo que puede resultar en un factor generador de estrés para las personas.

Para el Dr Albert Ellis, el perfeccionismo es una idea irracional que consiste en pensar que invariablemente existe una forma precisa, correcta y perfecta para hacer las cosas, y si esta forma perfecta no se encuentra, la persona cree que se sobreviene una catástrofe. Esto hace que los perfeccionistas tengan poca tolerancia a la frustración cuando el logro obtenido no resulta del todo satisfactorio, al punto de pensar siempre que en cualquier logro obtenido “se pudo obtener algo mejor”; esto genera la actitud del “eterno insatisfecho”, al creer que en todo lo que se hace queda faltando algo para lograr la excelencia.

Los orígenes del perfeccionismo suelen asociarse con la historia personal del sujeto, en la que pueden encontrarse factores como un ambiente familiar de alta exigencia, padres muy autoritarios, experiencias traumáticas o de fracaso temprano, reforzamiento de la competitividad social, ambientes escolares en los que se privilegia la excelencia, entre otros.
Características del perfeccionista

Una persona perfeccionista suele tener las siguientes características:
Excesiva atención en los detalles. Se fijan en los mínimos detalles para garantizar que tienen control sobre sí mismos y su entorno.
Demasiada autoexigencia. No se permiten cometer errores, tienen estándares muy altos de desempeño y siempre creen que pudieron dar más.
Expectativas negativas acerca de su desempeño. Por tener estándares tan altos, tienen una visión pesimista de sus logros; consideran que no están lo suficientemente preparados para lograr la excelencia y se preocupan por ello.
Altos niveles de ansiedad. Mantienen altos niveles de aprensión o alerta, ante la posibilidad de no tener el control sobre las situaciones que deben afrontar.
Pensamiento rígido e inflexible. El hecho de asumir que las cosas solo se deben hacer de manera perfecta, afecta su creatividad y espontaneidad.
Sacrificio de la eficiencia por la eficacia. La idea de tener que hacer todo bien, les lleva a gastar más energía y dedicar más tiempo a las actividades que realizan, lo que les genera más perturbación y ansiedad.
Disminución de la autoconfianza. El hecho de valorar como insuficientes los logros obtenidos, conlleva la idea de no tener suficientes capacidades o control para afrontar las demandas de su cotidianidad.
Actitud de culpabilidad. Por sentir que pudieron dar más o tener mejores logros, los perfeccionistas suelen culparse a sí mismos y recriminarse por “sus errores y fracasos”.
Cómo superar la obsesión por la perfección

Como cualquier actitud humana el perfeccionismo se puede modificar, partiendo de tomar conciencia de su irracionalidad y proponiéndose un plan de acción para ello. Algunas de las estrategias para disminuir el perfeccionismo son:
Piensa que el perfeccionismo como tal no existe. La perfección es un estándar de exigencia que solo existe en la mente de quien la contempla: por bien que se haga algo, se asume que siempre pudo haber sido mejor.
Revisa tus metas y prioridades. Las metas deben ser alcanzables, generadoras de crecimiento y gratificantes. Si la meta es lograr la perfección, no podrás alcanzarla y te sentirás fracasado por ello.
Saca tiempo para la diversión y el ocio. Focalizarse en obtener la perfección en una tarea nos absorbe en atención y esfuerzo, generando agotamiento y ansiedad. La distracción es una buena estrategia de manejo del estrés.
Revisa tus estándares de exigencia. Aprende a gratificarte por tus logros y regocíjate con lo obtenido. Si te fijas siempre en lo que falta, serás un eterno insatisfecho. Valora lo conseguido como un logro importante.
Aprende a controlar tu necesidad de aprobación. Muchas veces el perfeccionismo se mantiene por la idea de conservar el reconocimiento y obtener refuerzo social. Los demás deberán aceptarte por quien eres, no por quien te esfuerzas en ser.
Acepta que el errar es humano. Tanto tú como los otros pueden cometer errores y eso no los convierte en malas personas. El error debe ser un motivo de aprendizaje, no de reproche y culpa.
Si algo se sale de control, no es el fin del mundo. Es lógico que el esfuerzo que se pone en una tarea se hace para intentar obtener un buen logro, pero no siempre es posible alcanzarlo. Hacer las cosas con responsabilidad y compromiso no garantiza el resultado esperado, pero sí genera satisfacción por cómo se asume la tarea.
Aprende a darte automensajes positivos. Las autoverbalizaciones orientan de manera decidida nuestras reacciones y actitudes. Si te envías a ti mismo mensajes negativos, aumentas la probabilidad del fracaso. Mensajes alentadores mejoran las probabilidades de éxito.
Reconoce tus propias limitaciones. No eres una persona perfecta, ni debes proponerte serlo; tenemos fortalezas y debilidades. Es posible que en ocasiones las cosas no salgan como fueron planeadas, pero esto debe ser motivo de reflexión y empeño por salir adelante.
Busca ayuda de otros cuando lo consideres necesario. Acudir a la ayuda de los demás no te hace menos valioso o menos hábil como persona. Tener el apoyo y acompañamiento de otras personas, hace que se alivianen las cargas y se pueda tener un mejor desempeño en la tarea.

En síntesis, cuando el perfeccionismo actúa como generador de estrés ante la exigencia por el logro, se torna en un problema serio que debe ser afrontado por la persona. Pensar que no todo tiene que ser perfecto y que en ocasiones es menester liberarse de la presión, de tener que hacer todo bien, puede ser un bálsamo para mejorar la aceptación personal y reconocer que aunque no todo sea perfecto, se puede llegar a ser feliz en el intento de hacer las cosas bien.
Julio Cesar Moreno Duque

soy lector, escritor, analista, evaluador y mucho mas. todo con el fin de aprender, conocer para poder aplicar a mi vida personal, familiar y ayudarle a las personas que de una u otra forma se acercan a mi.

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