Sigue estos consejos para conseguir que tu día se vuelva mucho más productivo
Procrastinar es el formalismo para el 'vaguear' de toda la vida –ese que ya utilizaban nuestras madres para echarnos la bronca y hacer que moviésemos el culo del sofá–. Pero que no te confundan: procrastinar es, básicamente, perder el tiempo. Y en pleno siglo XXI, tu tiempo es algo que deberías cuidar como el mayor de tus tesoros.
Hay muchas excusas para no hacer lo que debemos, que pocas veces coincide con aquello que queremos. Se puede procrastinar de muchas formas: desde perderse en las redes sociales, hasta leyendo noticias, pasando por la manida frase 'un capítulo más y luego me voy a dormir' que retrasa nuestra hora de ir a la cama, todas ellas son excusas que nos buscamos para posponer lo que tenemos que hacer.
Y así vamos construyendo una pila de asuntos pendientes que van acumulándose y volviéndose más difíciles de resolver, mientras que esa vocecita interior llamada culpa te recuerda constantemente tus deberes pendientes y tampoco te deja disfrutar de tus ratos de ocio auténtico.
Sí, lo sabemos; es muy fácil perderse por internet cuando estamos rodeados de redes wifi y smartphones de última generación, por ello toma nota de los siguientes consejos para dejar de procrastinar. Cópialos o imprime este artículo pero tenlos bien presentes en tu zona de trabajo para poder sacar el máximo rendimiento a tu días. Verás cómo cunde el día cuando haces lo que tienes que hacer, para luego disfrutar de mucho más tiempo libre para lo que realmente quieres y te importa.
1. Esconde el móvil
Nuestros teléfonos móviles se han convertido en un objeto indispensable en nuestra vida, pero saber gestionar su uso es clave para no acabar presos de la procrastinación. Conexión a internet constante, un montón de aplicaciones y juegos, las redes sociales y, sobre todo, Whatsapp con todos esos grupos en los que estás metida son trampas mortales para tu tiempo.
Por ello, cuando tengas algo que hacer, deja el teléfono en un cajón o, directamente, en otra habitación: así te evitarás la tentación de responder a los chistes de amigos y familiares, de cotillear Instagram o alimentar Twitter. Solo alejándote de la tentación conseguirás superarla y aprovechar bien tu tiempo. Y que no te pueda la ansiedad por el teléfono; ya sabes que el 99% de los mensajes que te llegan no son urgentes y cuando algo es urgente de verdad, te llaman. Cuando termines lo que tengas que hacer, podrás volver a cogerlo y ponerte al día. Tiene muchos beneficios desconectar digitalmente de vez en cuando.
2. Aplica la regla de los 2 minutos
Tiene su origen en el método de gestión de actividades Getting Things Done, de David Allen, cuyo libro en español ha sido traducido como Organízate con eficacia. Esta regla dice que si estás planificando una acción que se puede hacer en menos de dos minutos, no la planifiques, hazla. El truco está en que puedes ampliar un poco esos dos minutos a periodos de 5 ó 10 minutos. Si consigues transformar esta regla en un hábito, darás salida a muchísimas tareas sencillas que no vas a poder posponer.
3. Elabora listas
Las listas son herramientas que te pueden ayudar a gestionar mejor tus tareas si sabes cómo hacerlas y las sigues. Realiza una lista cada mañana (o la noche anterior) con todas las cosas que debes hacer ese día y ordénalas según su prioridad. Eso sí, apuesta por listas de tareas cortas, ya que demasiados puntos pueden acabar con la sensación de control de nuestro tiempo y generarnos más estrés que otra cosa. Tus objetivos diarios, por muy sencillos que sean (poner la lavadora, mandar un mail a tu amiga, ordenar las facturas, etc.) te ayudarán a centrarte en lo que tienes que hacer.
4. Ponte límites
Se trata de un plan de acción parecido al de las listas pero centrado en el tiempo más que en las tareas. Divide tu jornada en intervalos de tiempo y apunta en cada uno de ellos lo que tendrías que hacer. Por ejemplo, qué mails debes haber contestado antes de las 10, cuánto tiempo debería llevarte dejar echo un informe, etc. Son muchas las personas que trabajan mejor con la “presión” de un límite de tiempo, así que no dudes en ponértelos, pero siempre de forma realista. No te exijas hacer el trabajo de dos horas en una porque no vas a poder y te vas a frustrar más.
5. Recompénsate con algo cuando termines tus tareas
La clave de este consejo es pensar en esa recompensa antes de empezar tus tareas y cumplirla cuando las acabes. Por la mañana, piensa qué te gustaría hacer o que te proporcionaría un placer inmenso al llegar a casa después de un día de trabajo o estudio. Eso te ayudará a seguir adelante en los momentos en los que te pueda la pereza.
Pensar en lo que te espera cuando acabes, será un estímulo perfecto para terminar cuanto antes eso que tienes pendiente. Esta recompensa puede ser disfrutar de estar en casa ya sea para terminar ese libro que tienes a medias en el sofá, hasta seguir viendo esa serie que te tiene enganchada con una copa de un buen vino en la mano, pasando por pedir pizza y pasar de cocinar una noche o. Sea lo que sea, se trata de darle rienda suelta a tus pequeños vicios y convertirlos en tus recompensas por un día de trabajo productivo y bien hecho.
6. Piensa en las consecuencias
Si eres consciente de lo que puede pasar si no cumples con tus obligaciones, estarás más motivado para hacerlas. La posibilidad de quedar mal delante de un jefe, el suspender un examen, tener que echar más horas de trabajo desde casa... Todos ellos son motivos más que suficientes para que te pongas las pilas y aprovechar tu tiempo al máximo. Si al final la cosa no sale bien (todo puede pasar), tendrás la conciencia tranquila ya que al menos has hecho todo lo que estaba en tu mano.
7. Consigue un compañero de 'tareas'
A la hora de realizar tareas, los equipos suelen organizarse mejor, así que búscate una persona con la que compartir tus obligaciones. Puede ser un compañero en el trabajo, un amigo en el gimnasio –una de las estrategias infalibles para no regalar más la cuota– o tu pareja en casa.
Esto no significa que otra persona te ayude a hacer tus deberes: consiste en comentar entre vosotros las tareas que tenéis que hacer ese día para sentiros más presionados a la hora de poneros en marcha. Esto funciona porque, al compararnos con otros, creamos la idea de que ellos avanzan en sus responsabilidades mientras nosotros nos estancamos, lo que supone un chute de motivación para que eso no pase.